En mi corta vida profesional, a pesar de mi edad, 28 años, mi creciente alopecia y una que otra cana, he tenido solo dos experiencias laborales ejerciendo mi carrera en medios de comunicación. La primera, como el intrépido practicante de un reconocido periódico de tiraje nacional, en donde caminaba por una empresa grande, me relacionaba con cientos de empleados, tenía todo el apoyo logístico, pero, a la cual lastimosamente llamaré, La Morgue de la libertad. La segunda experiencia, que además, es en la que me encuentro ahora, es en un canal local pequeño, con algunas carencias y no más de 100 empleados, al cual le diré Poco Billete TV. Les contaré como fue esta historia.
Cursaba el octavo semestre de Comunicación Social por segunda vez en la historia de mi vida, al decir que era la segunda vez no significa que perdí una primera; era la segunda porque hice traslado de universidad en otra ciudad. Justamente en ese momento de la formación iniciaba el proceso de pre práctica profesional. Recuerdo que inicié esta instancia en la universidad con la clara intensión de que mi pasantía terminaría con honores, que la empresa que me contratara estuviera orgullosa de su nuevo fichaje, que pudiera ser vinculado al finalizar el contrato de aprendizaje y que pudiera darle una estabilidad económica a mi familia en un futuro no muy lejano (uno muchas veces es un tanto iluso).
Cargado de buena energía y soportando mucha especulación vinieron las entrevistas, desde las que realiza la universidad con el asesor de práctica, sujeto del cual denigraré más adelante, hasta las dos únicas que tuve en empresas. La universidad en ese periodo de pre práctica se enfoca en dar las ultimas pinceladas a una obra maestra que moldearon por cinco años. Me enseñaron a comer, a sentarme con un perfecto y distinguido carrizo, a no pelearme en la empresa a la que fuera a ir, a reír así me mandaran por unos tintos y me pisotearan la dignidad, y a ser asertivo, palabra que escuche en repetidas ocasiones a lo largo de este proceso. Ahora que analizo todo en frío y con algo de perspicacia de mamá de adolescente rebelde, la universidad se preocupaba sólo para que no pisoteáramos con lo que quedaba de nuestra esencia y personalidad chabacana, su reputación.
Nunca viví la angustia de que no me llamaran de ninguna empresa, por el contrario, mi proceso fue muy corto, duró solo una semana. Era viernes, por lo general siempre traté de organizar el horario de clases para que en este último día de la semana no tuviera que asistir a la universidad, razón por la cual, siendo las 11 de la mañana, aún me encontraba durmiendo plácidamente en mi casa y solo el timbre incesante de mi teléfono celular rompió con mi merecido descanso; con voz de ultratumba, a pesar de que quería que no sonara así, conteste el celular; La Morgue de la Libertad, me solicitaba para una entrevista laboral, el lunes en horas de la mañana. No puedo describir la emoción que sentí en ese momento, era como si por fin mi vida estuviera cambiando, era como si todo marchara sobre ruedas y mi paso de estudiante a profesional empezara con el pie derecho; con la sinceridad con la cual les cuento esta historia, puedo decir que me paré en la cama y empecé a bailar y a cantar, pero por más esfuerzo que he hecho no recuerdo la canción.
No había terminado de celebrar cuando de nuevo empezó sonar el celular, contesté un poco agitado, pero por lo menos con una voz menos delatadora. Un Sueño que no Fue, también me requería para una entrevista laboral el lunes en horas de la tarde. Colgué el teléfono, me senté en el borde de la cama y empecé a valorar las características de las dos empresas, ya que me habían llamado de dos muy buenas empresas con excelente reputación y reconocidas a nivel nacional.
El lunes asistí a las entrevistas en los dos sitios. Para que se contextualizar un poco, en mi vida nada ha sido fácil y créanlo después de dos noticias buenas, ya estaba esperando las malas y no se hicieron esperar pues no tenía un traje formal y lo peor, no tenía plata para alquilar o comprar uno. Yo sabia que en La Morque de la Libertad no era necesario usarlo, pero, en Un Sueño que no Fue, si, además quería verme bien presentado, oler muy rico y hacer gala de lo que siempre me decía mi madre, «es que usted tiene una presencia la berraca, papito». Acostumbrado a estas afugias me conseguí el traje prestado de un tío político de mi novia; me quedaba un poco alto de la bota, problema que solucioné caminando despacio sin alzar tanto el pie, mi tía me regaló un poco de loción y me prestó una camisa blanca impecable, embolé los únicos zapatos de cuero que tenía y así estuve listo para ir a demostrar todos mis conocimientos.
La primera estación fue en La Morgue de la Libertad. Aún no me explico por qué no sentía nervios, no me sudaban las manos, ni mi corazón latía acelerado, por el contrario, estaba muy tranquilo, será que por el hecho de que en el fondo no me había generado buena espina el primer acercamiento a este sitio y de inmediato ya no quería quedar en ese sitio. Se preguntarán por qué no me dí la vuelta y me fui para mi casa, pues la razón es muy clara y de bastante peso, si yo no asistía a la entrevista podría ser expulsado de la universidad y adivinen por qué, por hacer quedar mal su reputación y para eso ya me habían educado.
De esta forma me llené de motivos e ingresé, en la recepción una señora regordeta digería un pastel de pollo, supe que era de pollo por los pedazos que dejaba caer en el teclado de su computador y uno que otro pedazo que se estacionaba sin ser detectado en el borde de su boca brillante. Después de tres mordiscos seguidos, una remojada con gaseosa, un reflujo y un insonoro pero oloroso eructo, se dio cuenta de que yo estaba ahí parado junto a ella. Me invitó a pasar a la sala de juntas, la cual,quedaba el fondo del gran salón, en el camino detallé el sitio con mucha atención. La sala de redacción era un salón enorme divido en islas, tres televisores ofrecían canales de noticias de todo el mundo,solo se oía un murmullo casi imperceptible y se sentía un olor a café recién hecho y no se por qué a cuero. (nunca pude saber por qué).
Después de esperar quince minutos entró a la sala de juntas el que iba a ser mi jefe, me explicó para que dependencia requerían mis servicios y me preguntó por todo lo que en mi hoja de vida ya decía, todo con el fin de encontrar alguna incongruencia en los datos. Después de una charla amena de veinte minutos aquel hombre me dio la que sería mi primera misión, me ordenó salir a la calle a buscar una noticia y que volviera al otro día a escribir un artículo informativo, de esta manera terminó la reunión.
Hacía muy mal clima, el invierno azotaba la ciudad y dos días antes de la reunión una quebrada (La Paulita) se había desbordado inundando un restaurante y algunas casas del sector de San Lucas. Sabía que esa noticia me podía servir, así que junto a mi novia fuimos al lugar de los hechos, tomé los respectivos apuntes, declaraciones de fuentes y ya estaba listo para volver al otro día y realizar el artículo.
El mismo lunes pero en horas de la tarde, llegué a un edificio junto al Parque de Envigado, en donde realizaban las pruebas psicotécnicas para Un Sueño que no fue, vestido con el mismo traje de la entrevista anterior y oliendo un poco menos a la loción de mi tía, presenté 5 pruebas y al finalizar me hicieron ingresar a un cuarto en donde un señor muy amable, me hizo tres preguntas claves; la primera, ¿Usted qué conoce de un Sueño que no Fue?, a la cual respondí con fluidez porque de antemano había averiguado todos los detalles de la empresa por Internet. La segunda, ¿Tiene inconvenientes en viajar a algún lugar del país?, por Dios, que inconveniente iba a tener un estudiante, con ganas de comerse el mundo, con ganas de conocer y de hacer un buen trabajo, pero muy sobriamente respondí y sin mostrar mucho apetito le dije, «no señor no tengo ningún inconveniente». Por último el hombre expuso tres proyectos que la empresa iba a emprender y para los cuales necesitaban al practicante, al oírlos no dudé un segundo en escoger el más arriesgado, temerario y con más responsabilidad, se despidió de mi y me dijo que seguramente me iban a llamar, si no esa semana, la próxima. Así terminó la reunión y este día de entrevistas.
El martes muy puntual, llegué a La Morgue, me sentaron en un computador viejo, con un Word que no corregía los errores de ortografía y con mil trescientas distracciones a mi alrededor. Pero, lo que ellos no sabían era que yo ya había realizado en mi casa el texto y lo llevaba en un 80% listo, ¿por qué un 80%?, porque yo soy malo para disimular y necesitaba mantenerme ocupado un tiempo prudente para no despertar sospechas. Entregué el texto y recibí por parte de el editor un muchas gracias, leeremos el artículo y dependiendo de las correcciones te estaremos llamando. Hoy hubiera preferido haber llenado ese papel de errores de ortografía, palabras mal escritas y una redacción de niño de primaria, pero así no fue.
El martes por la tarde, recibí una llamada de Un Sueño que no fue, y me dijeron que había superado el primer filtro y que me esperaban el miércoles en horas de la mañana para una entrevista con la psicóloga de la empresa. La emoción recorría mi cuerpo, me había ganado la posibilidad de ser escuchado ya en la empresa y ese si era mi fuerte.
El miércoles llegué a la cita casi con media hora de anticipación, porque quería conocer, leer los boletines pegados en las carteleras, ver la gente y todas las actitudes, para que no me fueran a corchar con alguna pregunta. Me hicieron seguir al bloque dos en el tercer piso. La psicóloga me esperaba y de inmediato nos pusimos a conversar, me preguntó por mi vida, mis aspiraciones, mi familia y sobre todo por qué la empresa debería contratarme a mi y no a los otros aspirantes. No les voy a contar que respondí, solo que lo hice muy bien.
Después de un día de suspenso el viernes a las 7:30 a.m. recibí la peor noticia de mi vida, me llamaron de La Morgue de Libertad y me dijeron estas palabras que creo que en mi vida nunca se me van a olvidar, «estamos muy satisfechos con tu proceso, hace mucho tiempo que un aspirante no había presentado unas pruebas tan buenas, vemos mucho potencial en ti, y por eso te hemos escogido para que hagas parte de La Morgue para tu periodo de práctica, felicitaciones». La verdad, no me sentí para nada feliz, ¿sería acaso el presagio de que las cosas no iban a ser felices? o será, porque apenas colgué el teléfono de inmediato volvió a sonar con la buena nueva de que también había quedado en Un Sueño que no fue. Ahora si les explico porque fue un sueño que no fue, todo porque la universidad tiene como regla drástica y con expulsión asegurada el que un estudiante acepte otra oferta si una empresa te ha informado primero que quedaste en ella.
Mi futura práctica estaba en manos de La Morgue, por cosas del destino, la jefe de personal de La Morgue había sido más competente que la del Un Sueño. Desde ese momento mi sueño se convirtió en una pesadilla y mi vida tuvo un punto de giro el cual estoy construyendo ahora… continuará
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